Los “Significantes Vacíos” en la Política Nacional
Julián Darío Bonilla Montenegro.
Abogado Universidad Nacional
Maestría en Estudios Políticos.
Maestría en Análisis de Problemas Políticos Económicos e Internacionales Contemporáneos.
Cualquier acción de la vida política se encuentra enmarcada dentro de significantes, esto es, que se enmarcan dentro de procesos discursivos, siendo estos una secuencia de significantes. Para Ernesto Laclau, teórico político argentino, existe un concepto que propone llamar “Significante Vacío”, que termina siendo, de manera algo paradójica, “un significante sin significado”.
En nuestra vida política podemos encontrar la manera como se utilizan, por parte de cualquier actor del proceso político, algunos en mayor o menor medida, dichos significantes vacíos. Su objetivo es mantener la atracción de la población electoral; aquella masa de votantes que se requieren manejar para determinar una intención de voto clara frente a un candidato. En el momento de adquirir el poder, se recurre a estos significantes para controlar las acciones políticas y demostrar su supuesta efectividad.
El primer significante vacío, el más utilizado en cualquier escenario político, es la “Democracia”: cualquier régimen es democrático. Hay una República Popular y Democrática de Corea (mejor conocida como Corea del Norte), y países con tendencias autoritarias de América Latina, como Cuba, Venezuela o Colombia, refieren constantemente a las condiciones democráticas que existen en sus sistemas políticos. Se nos ofrece la idea desde los estudios de educación básica que la democracia es la acción de insertar el voto en la urna, y con eso se genera “democracia”. Pero siempre se olvida que este concepto, y su construcción teórica incluso desde la época griega, requiere también de una estabilidad política y una relación entre diferentes órganos del poder político que no pueden desconocerse, puesto que la democracia, también implica control para los gobernantes.
El segundo es el “Pueblo”; más sofisticado, la “Voluntad Popular”. Hemos visto la manera como se ha roto el principio de estabilidad constitucional debido al hecho propuesto por algunos que es el pueblo quien decide y el pueblo es quien quiere que se lleven a cabo estas modificaciones. Pero curiosamente, también la oposición expresa constantemente que el pueblo no quiere procesos de perpetuación en el poder ni tampoco la modificación de los sistemas institucionales establecidos. ¿Cuál pueblo tiene más razón? Es el pueblo el que siempre quiere los cambios y en los discursos políticos siempre se generaliza enfocándose en ese grupo social, como si los voceros tuvieran la autoridad para decidir lo que todo un pueblo quiere.
Cuando se recurren a estos significantes, el discurso pierde sentido pero mantiene en su fuerza, Aquí en Colombia, tenemos vigente este inconveniente, y no ha sido resuelto de manera concreta sino mediante falacias. Cada participe del escenario político, cuando expone sus argumentos, necesita demostrar cómo estamos en una “democracia en profundidad” o hay una “crisis de democracia”, así como se necesita vender la idea que lo que prima, incluso ahora por encima de la Constitución o la Ley, es la “Voluntad Popular”.
El problema es difícil de resolver, porque son pocos los que se atreven a analizar de manera profunda estos temas. A nosotros nos interesa más nuestro beneficio personal, así sea temporal, que lo que puede afectar a un colectivo, así sea esta afectación a nombre de la democracia.