CONTEMPLACIONES POLÍTICAS

miércoles, 29 de noviembre de 2017

René Descartes y el Racionalismo 

René Descartes es un filósofo francés que nació en La Haye, Francia, en 1596, y vivió gran parte de su vida errando por Europa. Estudió matemáticas, derecho, filosofía y ciencias naturales y este desarrollo académico genera relevancia en su concepción acerca de la Filosofía y cómo debe ser entendido el conocimiento. Comenzó su actividad laboral sirviendo al ejército de los Países Bajos, sirviendo a las órdenes de Mauricio de Orange. También tuvo estancias en Alemania, Hungría e Italia. Finalmente se asentó en Holanda, donde considero que era el mejor lugar para desarrollar su modelo filosófico.

A Descartes se le considera el “Padre de la filosofía moderna” al haber tratado de recopilar las ideas de la época y construir un sistema filosófico consistente, en comparación con la visión sobre el conocimiento desarrollado en la Edad Media. Para desarrollar este sistema filosófico su discusión se basaba en establecer el origen del conocimiento, que para la época desarrollaba la división entre el empirismo (la experiencia se obtiene mediante la sensación o la experiencia) y el racionalismo (donde se considera que la razón es la “única garantía de un conocimiento verdadero”). Al tratar de justificar una visión racional del conocimiento, Descartes se enfrasca en consideraciones cuantitativas, al considerar que las matemáticas un “modelo para construir una nueva filosofía”.

La filosofía cartesiana se divide en dos: la primera parte buscaba entender la certeza de nuestro conocimiento y poder establecer lo que podemos conocer. La segunda tiene que ver con la relación entre el alma y el cuerpo. Por razones de trabajo nos enfocaremos en la primera donde Descartes propone un método bajo cuatro condiciones, extraídas de las matemáticas, que establecen en primer lugar “no admitir como verdadero cosa alguna que no se sepa con evidencia que lo es”; en segundo lugar “dividir cada dificultad en cuantas partes sea posible y en cuantas requiera su mejor solución”. De aquí se pasa a un tercer paso, donde propone “concluir ordenadamente los pensamientos”, esto es, pasar de lo simple a lo complejo. Finalmente expresa que hay que “hacer en todo unos recuentos tan integrales que se llegue a estar seguro de no omitir nada”.

Del anterior método para la investigación científica se deben extraer verdades absolutas, universales y necesarias; verdades irrefutables que se consiguen mediante el análisis (para comprender la esencia de todo hay que conocer la naturaleza de sus partes) y la síntesis (que implica llegar a conocer la esencia del conocimiento, conocer sus aspectos y relaciones básicas en una perspectiva de totalidad).

Uno de sus textos esenciales para la comprensión de su propuesto epistemológica es el libro titulado Meditaciones Metafísicas, tomando en consideración la edición del año 2001 de Panamericana Editorial.

Descartes crítica una cuestión que está plenamente identificada en el proceso del conocimiento de las personas, y que se comparte para este trabajo. Él dice “los juicios de muchos son tan desmañados e inestables que se deja influir más por las primeras opiniones recibidas, sin importar cuán falsas e irracionales sean, que por una refutación veraz y firme de éstas, debido a que la han recibido después”. Descartes pretende romper con esa tradición y por eso busca llevar a cabo un ejercicio racional por medio del cual trata de responder las refutaciones hechas al texto el discurso del método, que fue publicado en 1637. El libro meditaciones metafísicas fue publicado en 1641 y tenía como objetivo “tratar de nuevo las cuestiones de Dios y la mente humana, y al mismo tiempo los principios de toda la metafísica”. Para tratar de cumplir con dicho objetivo pretendía una organización temática que expusieran en primer lugar aquellos pensamientos mediante los cuales él creyó haber alcanzado un conocimiento certero y evidente de la verdad, y poder establecer si es posible convencer a otros con las mismas razones que a él lo convencieron. Luego de esto pretende dar respuesta a las objeciones que le han manifestado sobre esas verdades.

El texto se divide en seis meditaciones. En la primera busca implementar la necesidad de poner todo en duda, subvirtiendo las verdades, que en realidad son falsas, y comenzar desde los cimientos. Explica que al venir lo que conocemos de los sentidos, esto puede ser en ocasiones un engaño. Las razones para no confiar en los sentidos y en dudar de las verdades se deben ejercer por razones sólidas y meditadas.

Desde esta primera meditación se hace una fuerte referencia a la existencia de Dios, la cual ocupará gran parte de su desarrollo filosófico.

En su segunda meditación se pregunta ¿qué será verdadero? A lo que él mismo se responde “que no hay nada cierto”, excepto que deba existir una condición en la que “yo soy, yo existo” (luego expondrá porque Dios es necesariamente verdadero). Recuerda además que solamente es el conocimiento el medio por el cual se perciben los objetos. Su tercera meditación desarrolla lo que él considera un error fundamental que consiste en “Juzgar que las ideas que están en mí son similares a o concordantes con determinadas cosas externas a mí”. Para Descartes las ideas son innatas, adventicias y fruto de mi mismo. Su comprensión puede darse subjetivamente (operación del entendimiento) u objetivamente (representación de las cosas). Cuando se busca algo fuera de uno mismo se llega a la naturaleza, que es considerada por Descartes “solo si cierto impulso lleva a creerlo”. Por esta razón expresa que existe la falsedad, la cual puede ser formal (que se halla en los juicios) o material (que representa lo que no es real como si lo fuese).

Luego vuelve a la idea de justificar a Dios, diciendo que “existe necesariamente”, dándole una seria de adjetivos propios de la religión judeo-cristiana, lo que permitiría pensar que la crítica la primera opinión según Descartes se encuentra también en él. Él justifica la existencia de Dios porque “hay que considerar si hay algo que no haya podido proceder de mí mismo”.

Dios, al contener todas las riquezas de las ciencias y del conocimiento, y al ser algo perfecto, no puede ser capaz de engañarnos dado que en “todo engaño o embuste existe alguna imperfección”. En contraposición a la idea cartesiana de Dios, él expresa la existencia de nada, considerada como “aquello que carece por completo de cualquier perfección”. Para tratar de justificar por qué el hombre, al provenir de Dios, no es plenamente perfecto, pero tampoco lo completamente imperfecto para ser nada, reconoce que Dios entregó ciertas facultades pero que somos capaces de cometer errores, especialmente en nuestras facultades de conocer (percibir ideas acerca de las cuales puedo juzgar) o de escoger (libre albedrío). Lo anterior proviene de nuestra voluntad, que puede llegarse a extender a cosas que no entendemos.

Para evitar la comisión de errores Descartes reconoce que “es verdadera toda percepción clara y distinta”. El ejercicio mental que nosotros hacemos debe ser tan claro y distinto que impida que cometamos errores, y este ejercicio impediría la posibilidad de juzgar mientras no se perciba de manera clara y distinta qué es lo verdadero.

Percibir las cosas clara y distintamente es lo que sienta la base de su quinta meditación, en donde vuelve a referirse a la existencia de Dios, como fuente de la certeza y la verdad de toda ciencia.

Finalmente, en su sexta meditación se pregunta si las cosas materiales realmente existen, a lo que responde afirmativamente “en tanto que son objeto de matemática pura”. Sin embargo, dado que las cosas materiales se conocen también por los sentidos, y debido a que estos pueden hacer que se cometan errores, es preciso convocar todos los sentidos, la memoria y el entendimiento para el análisis, sin que ninguna de esas facultades contradiga a las otras, lo que evita dudar de la verdad.

Se puede concluir que Descartes plantea un desarrollo lo más racional posible y alejado de lo que podamos captar con los sentidos. Sin embargo, cae en el error, que suele ser la crítica más común a él de aceptar la existencia de Dios de una manera casi instantánea, por el hecho de considerar que reconocemos la existencia de un ser perfecto. Pero ¿por qué llamarlo Dios? Y ¿por qué no creer que de acuerdo a la mitología de cada comunidad o sociedad, no hay un Dios, sino Dioses y estos también pueden cometer errores?

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