René Descartes y el Racionalismo
René Descartes es un filósofo francés que nació en La Haye, Francia, en
1596, y vivió gran parte de su vida errando por Europa. Estudió matemáticas,
derecho, filosofía y ciencias naturales y este desarrollo académico genera
relevancia en su concepción acerca de la Filosofía y cómo debe ser entendido el
conocimiento. Comenzó su actividad laboral sirviendo al ejército de los Países
Bajos, sirviendo a las órdenes de Mauricio de Orange. También tuvo estancias en
Alemania, Hungría e Italia. Finalmente se asentó en Holanda, donde considero
que era el mejor lugar para desarrollar su modelo filosófico.
A Descartes se le considera el “Padre de la filosofía moderna” al haber
tratado de recopilar las ideas de la época y construir un sistema filosófico
consistente, en comparación con la visión sobre el conocimiento desarrollado en
la Edad Media. Para desarrollar este sistema filosófico su discusión se basaba
en establecer el origen del conocimiento, que para la época desarrollaba
la división entre el empirismo (la experiencia se obtiene mediante la
sensación o la experiencia) y el racionalismo (donde se considera que la
razón es la “única garantía de un conocimiento verdadero”). Al tratar de
justificar una visión racional del conocimiento, Descartes se enfrasca en
consideraciones cuantitativas, al considerar que las matemáticas un “modelo
para construir una nueva filosofía”.
La filosofía cartesiana se divide en dos: la primera parte buscaba entender
la certeza de nuestro conocimiento y poder establecer lo que podemos conocer.
La segunda tiene que ver con la relación entre el alma y el cuerpo. Por razones
de trabajo nos enfocaremos en la primera donde Descartes propone un método bajo
cuatro condiciones, extraídas de las matemáticas, que establecen en primer
lugar “no admitir como verdadero cosa alguna que no se sepa con evidencia que
lo es”; en segundo lugar “dividir cada dificultad en cuantas partes sea posible
y en cuantas requiera su mejor solución”. De aquí se pasa a un tercer paso,
donde propone “concluir ordenadamente los pensamientos”, esto es, pasar de lo
simple a lo complejo. Finalmente expresa que hay que “hacer en todo unos
recuentos tan integrales que se llegue a estar seguro de no omitir nada”.
Del
anterior método para la investigación científica se deben extraer verdades absolutas,
universales y necesarias; verdades irrefutables
que se consiguen mediante el análisis (para comprender la esencia de
todo hay que conocer la naturaleza de sus partes) y la síntesis (que
implica llegar a conocer la esencia del conocimiento, conocer sus aspectos y
relaciones básicas en una perspectiva de totalidad).
Uno de sus textos esenciales para la comprensión de su propuesto epistemológica es el libro titulado Meditaciones Metafísicas, tomando en consideración la edición del año 2001 de Panamericana Editorial.
Descartes
crítica una cuestión que está plenamente identificada en el proceso del
conocimiento de las personas, y que se comparte para este trabajo. Él dice “los
juicios de muchos son tan desmañados e inestables que se deja influir más por
las primeras opiniones recibidas, sin importar cuán falsas e irracionales sean,
que por una refutación veraz y firme de éstas, debido a que la han recibido
después”. Descartes pretende romper con esa tradición y por eso busca llevar a
cabo un ejercicio racional por medio del cual trata de responder las
refutaciones hechas al texto el discurso
del método, que fue publicado en 1637. El libro meditaciones metafísicas fue
publicado en 1641 y tenía como objetivo “tratar de nuevo las cuestiones de Dios
y la mente humana, y al mismo tiempo los principios de toda la metafísica”.
Para tratar de cumplir con dicho objetivo pretendía una organización temática
que expusieran en primer lugar aquellos pensamientos mediante los cuales él
creyó haber alcanzado un conocimiento certero y evidente de la verdad, y poder
establecer si es posible convencer a otros con las mismas razones que a él lo
convencieron. Luego de esto pretende dar respuesta a las objeciones que le han
manifestado sobre esas verdades.
El texto se
divide en seis meditaciones. En la primera busca implementar la necesidad de
poner todo en duda, subvirtiendo las verdades, que en realidad son falsas, y
comenzar desde los cimientos. Explica que al venir lo que conocemos de los
sentidos, esto puede ser en ocasiones un engaño. Las razones para no confiar en
los sentidos y en dudar de las verdades se deben ejercer por razones sólidas y
meditadas.
Desde esta
primera meditación se hace una fuerte referencia a la existencia de Dios, la
cual ocupará gran parte de su desarrollo filosófico.
En su segunda
meditación se pregunta ¿qué será verdadero? A lo que él mismo se
responde “que no hay nada cierto”, excepto que deba existir una condición en la
que “yo soy, yo existo” (luego expondrá porque Dios es necesariamente
verdadero). Recuerda además que solamente es el conocimiento el medio por el
cual se perciben los objetos. Su tercera meditación desarrolla lo que él
considera un error fundamental que
consiste en “Juzgar que las ideas que están en mí son similares a o
concordantes con determinadas cosas externas a mí”. Para Descartes las ideas
son innatas, adventicias y fruto de mi mismo. Su
comprensión puede darse subjetivamente (operación del entendimiento) u
objetivamente (representación de las cosas). Cuando se busca algo fuera de uno
mismo se llega a la naturaleza, que es considerada por Descartes “solo
si cierto impulso lleva a creerlo”. Por esta razón expresa que existe la falsedad,
la cual puede ser formal (que se halla en los juicios) o material (que
representa lo que no es real como si lo fuese).
Luego vuelve a
la idea de justificar a Dios, diciendo que “existe necesariamente”, dándole una
seria de adjetivos propios de la religión judeo-cristiana, lo que permitiría
pensar que la crítica la primera opinión según Descartes se encuentra también
en él. Él justifica la existencia de Dios porque “hay que considerar si hay
algo que no haya podido proceder de mí mismo”.
Dios, al contener
todas las riquezas de las ciencias y del conocimiento, y al ser algo perfecto,
no puede ser capaz de engañarnos dado que en “todo engaño o embuste existe
alguna imperfección”. En contraposición a la idea cartesiana de Dios, él
expresa la existencia de nada,
considerada como “aquello que carece por completo de cualquier perfección”.
Para tratar de justificar por qué el hombre, al provenir de Dios, no es
plenamente perfecto, pero tampoco lo completamente imperfecto para ser nada,
reconoce que Dios entregó ciertas facultades pero que somos capaces de cometer errores,
especialmente en nuestras facultades de conocer (percibir ideas acerca de las
cuales puedo juzgar) o de escoger (libre albedrío). Lo anterior proviene de
nuestra voluntad, que puede llegarse a extender a cosas que no entendemos.
Para evitar la
comisión de errores Descartes reconoce que “es verdadera toda percepción clara
y distinta”. El ejercicio mental que nosotros hacemos debe ser tan claro y
distinto que impida que cometamos errores, y este ejercicio impediría la
posibilidad de juzgar mientras no se perciba de manera clara y distinta qué es
lo verdadero.
Percibir las
cosas clara y distintamente es lo que sienta la base de su quinta
meditación, en donde vuelve a referirse a la existencia de Dios, como fuente de
la certeza y la verdad de toda ciencia.
Finalmente, en
su sexta meditación se pregunta si las cosas materiales realmente existen, a lo
que responde afirmativamente “en tanto que son objeto de matemática pura”. Sin
embargo, dado que las cosas materiales se conocen también por los sentidos, y
debido a que estos pueden hacer que se cometan errores, es preciso convocar
todos los sentidos, la memoria y el entendimiento para el análisis, sin que
ninguna de esas facultades contradiga a las otras, lo que evita dudar de la
verdad.
Se puede concluir que Descartes plantea un
desarrollo lo más racional posible y alejado de lo que podamos captar con los
sentidos. Sin embargo, cae en el error, que suele ser la crítica más común a él
de aceptar la existencia de Dios de una manera casi instantánea, por el hecho
de considerar que reconocemos la existencia de un ser perfecto. Pero ¿por qué
llamarlo Dios? Y ¿por qué no creer que de acuerdo a la mitología de cada
comunidad o sociedad, no hay un Dios, sino Dioses y estos también pueden
cometer errores?